Prologo

Toc, toc, toc, toc…
El bajo pero grueso tacón de sus altas botas chocaba con energía contra el borde de la fuente, recorriendo una y otra vez su perímetro redondeado, sin vacilar un solo paso. Su figura, alta y esbelta, no parecía el de una adolescente de diecisiete años, sino el de una veinteañera. Las largas piernas de la joven la mantenían en perfecto equilibrio. Ocasionalmente, se refrescaba las manos con el agua que caía suavemente. Odiaba tener que esperar, pero con el paso de los años, casi se había acostumbrado. Él siempre era igual, y no creía que fuese a cambiar a estas alturas.
Por fin, vislumbró la figura de su amigo, corriendo calle abajo, tropezando cuantiosas veces. El reloj había dado ya una vuelta completa desde la hora en la que habían quedado en encontrarse. Con un grácil salto corrió  a su encuentro, mientras su rubio cabello, recogido en una larga coleta alta, con algunas capas, se ondulaba y bailaba como un péndulo por el movimiento. En pocos segundos estuvo a su lado.
-¡Ya era hora! Desde luego, voy a empezar a decirte una hora más temprano para que llegues a tiempo…-bromeó entre risas.
-Lo…lo siento, Nekari…- puedo soltar entre jadeos el recién llegado. Tenía en corto flequillo negrizco con tonos azules pegado a la frente por el sudor, y se apoyaba en las rodillas para descansar.
Sonrió cariñosamente
-Será mejor que nos apresuremos- cogió a su compañero del brazo y empezó a arrastrarle-, o el señor Oldi nos echará la bronca del siglo.
-Si te estuvieses quieta y calladita en clase no tendríamos que ir a clases extras…Y encima me enredas a mí también…-suspiró.
En eso tenía toda la razón. Él era su único amigo en el colegio, por lo que era el único con el que hablaba. Aunque el problema no era que hablaran, sino que ella, literalmente, gritaba en mitad de las clases. <<Pero qué le voy a hacer, si este es mi tono de voz.>> se defendía siempre.
Al verla sumida en sus pensamientos, el joven la miró con los azules ojos burlescos. Ella se sonrojó un poco y desvió la mirada.
-Bah-gimoteó, simplemente-. Tú siempre igual, Jeithy
Continuaron su camino por los grises adoquines del pueblo, rodeado de blancas paredes de casas de cuatro o cinco pisos. Para Nekari, el pueblo era un lugar simple, monótono y aburrido. En cambio, su amigo desfrutaba con su tranquilidad y paz. Es estrés y la prisa de las grandes ciudades no estaban hechos para él. BelleIris era el paraíso de las personas que deseaban alejarse de todo aquello.
En su paseo no pararon de hablar de distintos temas. Y es que en sus conversaciones, una cosa siempre llevaba a otra, creando un ciclo sin fin, donde llegados a un punto ni siquiera recordaban cómo habían empezado. Cuando Jeithy hablaba, solía zarandearse el largo mechón de pelo que tenía al lado derecho de la cara. Era un detalle que le encantaba a Nekari, ya que nunca pensó que alguien tan simple como lo era su amigo fuese capaz de tener un corte tan personal y atrevido.
Ya se encontraban a medio camino del colegio, situado en la cima de la ladera donde se hallaba el pueblo, cuando la aguda melodía del móvil de Nekari interrumpió su ronda de chistes. Se detuvo en seco y abrió la tapa. Era un mensaje.
                                           145200078WD1F
Una sonrisa traviesa se dibujó en los labios de la joven. Levantó la vista hacia su amigo, el cual la miraba intrigado. Su sonrisa se suavizó, cogió aire y le dedicó su mejor cara.
-No…otra vez no…-susurró Jeithy
-Me voy.
-¿¡QUEEEEEEEE_EEEEEEEEEEE!!?
Su voz se fue apagando ya que Nekari había comenzado a correr en dirección a su casa. Sabía que cuanto más se demorase menos tiempo tendría para prepararlo todo. Y eso era algo que una profesional como ella no podía permitirse. En pocos minutos estaba atravesando el umbral del estrecho pero alto edificio. Saludó a voces a su abuela, que se encontraba en la cocina, y subió de tres en tres las escaleras, a saltos, y se encerró en su habitación. Esquivó como pudo la ropa y objetos que se encontraban esparcidos por el suelo. Algún día tendría que ordenar todo aquello, pero todavía podía caminar, así que no era necesario. Encendió la torre del ordenador y acto seguido la pantalla. Tenía suerte de que su ordenador era bastante rápido, sino ya habría acabado estampado contra la acera, con una caída de tres pisos. Dejó la mochila junto a las demás cosas de la alfombra y despejó la silla del montón de ropa que tenía sin colgar. En la pantalla ya aparecía el explorador de internet operativo. Nekari fue directamente a favoritos y clickeó en la web que estaba buscando.
                                            www.runnosages.com
Sin duda alguna, era de las páginas más friki que nunca había visto. Tenía un fondo rojo parecido a la ladera de un volcán, con varias imágenes de criaturas indescriptibles. Miles de palabras inventadas, inventando silabas impronunciables daban paso a los distintos recovecos de la web, y el cursor se había transformado en un puñal. Era el portal de un juego de rol online.
Aunque eso solo era una tapadera.
En la esquina  inferior derecha, había dos pequeños recuadros en blanco. Cualquiera pensaría que eran para ingresar en su cuenta, pero servían para mucho más que eso. Nekari introdujo su nombre completo en el recuadro superior. Sacó su chillón móvil amarillo de nuevo del bolsillo escondido de su falda, abrió el sms y copió el código en el recuadro restante. Automáticamente, la página cambió por completo. El fondo se transformó en un negro serio, y los bordes de las ventanas se habían teñido de gris. En la pantalla también apareció una ficha personal de la joven, con su foto y sus datos personales. Encima de ésta se encontraban varias pestañas, con un símbolo cada una. Puso el cursor sobre una de ellas, la cual tenía a su lado parpadeando <<(1)>> Al desplegar su contenido, apareció un breve pero conciso texto.

Misión 145200078WD1F.
Se han hallado un gran número de animales destrozados por los alrededores de BalleCrystal. Los restos encontrados coinciden con el ADN de ellos. Se ruega exterminio inmediato.
Nº sujetos: 6
Experiencia: Novatos.
Estado: Descontrolados.

<<Eso es dos pueblos más al oeste…>>
Nunca había tenido una misión tan cerca. Solían ser en el perímetro del conjunto que formaban todos los pueblos, donde terminaban los campos y comenzaba el territorio del bosque. Pero no le dio mucha importancia. BelleCrystal Estaba al lado de una pequeña desviación del río,  por lo que la vegetación era mucho más densa por esa zona.
Nekari suspiró, apagó el ordenador y se fue al cuarto de baño. Debía prepararse, aunque no sería hasta bien entrada la noche cuando saldría a cazar. Una suave carcajada se escapó de su garganta mientras se enjabonaba el largo cabello. Ya notaba el cosquilleo en su estómago y los nervios en cada parte de su cuerpo. Adoraba esa sensación.
                                                             ♠♠♠
La noche estaba húmeda y el barro se quedaba fijado en sus pies descalzos. Las deformadas figuras se movían rápidamente por el bosque, deshaciéndose de todo lo que les estorbaba en su camino. Se encontraban hambrientos y agotados, pero sabían que su suerte cambiaría pronto, junto con muchas cosas más.
No se percataban de que, desde la copa de los altos abetos, unos castaños ojos les seguían, escudriñando las sombras que marcaban su camino. Saltaba de rama en rama sin hacer el menor ruido, pese a todo el peso que llevaba consigo.
Sin previo aviso, los seis hombres se detuvieron en un pequeño claro, ya estaba muy cerca del pueblo. Esa sería su gran noche, pero todavía debían esperar. Empezaron a hablar entre ellos, con voces graves y profundas, con tono ansioso. Se estaban repartiendo las distintas calles y zonas.
Una energética risa detuvo su conversación.
-Desde luego, cada vez aprendéis mejor los nuevos-una voz salió desde la oscuridad-. Qué lástima que todos vuestros esfuerzos sean en vano.
La luna creciente iluminó una esbelta figura, vestida completamente de gris. Los cortos pantalones dejaban ver perfectamente la musculatura de sus piernas, las cuales estaban cubiertas con unas mallas hasta la mitad del muslo. Las botas, un poco por encima de la rodilla, estaban fuertemente atadas con unos largos cordones blancos. Llevaba una ajustada camiseta sin mangas con el cuello vuelto, y por encima tenía dos cinturones cruzados, con cuatro revólveres, dos en la espalda y otros dos en la parte delantera. En la cintura se podían ver toda la munición en varios cinturones de cuero marrón. Al igual que en las piernas, las mallas se ajustaban hasta casi llegar al hombro por sus brazos y la mano estaba cubierta por cortos guantes sin dedos a juego con los cinturones, con un símbolo grabado en ellos. Un  escudo de bordes amarillos y fondo gris son una rosa en su interior, sobresaliendo en algunos sitios, y con el tallo por la parte inferior, retorciéndose hasta terminar en una fina punta.
Pero lo más imponente de ella era el gran bazooka, más alto que su figura, que sujetaba con su mano derecha. Era más grueso de lo normal, el extremo estaba ornamentado como  el cilindro de un revólver, y en el cuerpo tenía dos mangos para poder ser utilizado con ambas manos.
Los hombres parecían asustados, pero sus instintos les impedían escapar. Ya quedaba muy poco para la hora de la batalla, y todos los presentes lo sabían. En ese instante, las campanas del torreón resonaron, indicando que la media noche comenzaba.
Un grito desgarrador se unió a ellas, y las pequeñas figuras que Nekari observaba antes desde la gruesa rama empezaron a encogerse, retorciéndose, parte por el dolor, parte a causa de la transformación. El vello iba cubriendo todo sus cuerpos lentamente, y sus extremidades igualaban su tamaño. Los rostros humanos se iban alargando, formando un pronunciado hocico, del cual salían aullidos que helarían la sangre de cualquier persona.
Odiaba tener que enfrentarse a licántropos novatos. Su metamorfosis era demasiado lenta. Podía aprovechar para atacar en ese momento, pero eso le quitaría toda la emoción a su batalla. Ella quería pelear con todas sus fuerzas porque, al fin y al cabo, esos eran los únicos momentos de acción que podía disfrutar en su pacífica vida.
Después de varios minutos, todo había terminado. No quedaba rastro de los hombres que hacía un momento discutían razonadamente, siendo sustituidos por lo que parecían media docena de lobos extremadamente delgados.
-Tish-protestó-, con esto no voy a tener ni para empezar.
Como si de una pluma se tratase, levantó la pesada arma, se la posó sobre el hombro, y apretó el gatillo. Una fuerte explosión lanzó por los aires las delgadas figuras de sus contrincantes. Saltó de la rama y aterrizó con suavidad sobre la hierba. Le puso el seguro al bazooka, viendo su obra acabada. Últimamente, todas sus misiones se podían clasificar con un solo adjetivo. Decepcionantes.
Pero en cambio, sucedió algo que no estaba en los planes de Nekari. Sin ruido alguno, fueron saliendo de entre los árboles grupos de hombres lobos, hasta que acabó rodeada de un gran número de ellos. Veintiocho pudo contar. Las criaturas gruñían con energía, contentos de encontrar una buena presa.
Una terrorífica sonrisa apareció en la cara de la joven.
-Así que vosotros habéis sido los que les habéis transformado-todo su cuerpo se puso tenso, preparándose.. Pero…-posó de nuevo el arma sobre su hombro- ¡No podréis con la mejor cazadora de La Bala De Plata!
Con un sonoro "click", volvió a quitar el seguro. Sabía de sobra que con las tres balas que le quedaban cargadas no tendría para todos, pero sería una gran ayuda. Las bestias se echaron hacia atrás, listos para atacar. Cuando el primero de ellos saltó a sus espaldas, Nekari giró rápidamente hacia él, apuntándole.
-¡LET'S GO TO DANCE!